domingo, 4 de enero de 2009

DE AQUI Y DE ALLA




Paradojas de la historia

La historia mundial está repleta de curiosidades. Una de ellas consiste en las frases sarcásticas que, emitidas a través de los tiempos, ofrecen perogrulladas, verdades y contradicciones. Y también coincidencias de ideólogos dispares en sus ideas, como cierta frase de Lenin: "Cuando llegue el momento de ahorcar a los capitalistas, competir n entre ellos para vendernos la soga a menor precio". Si bien lo dijo un comunista, obsérvese que un firme creyente en la hacienda personal, como John Galbraith, reflexionó: "Bajo el capitalismo, el hombre explota al hombre. Bajo el comunismo es justo lo opuesto". El economista Galbraith seguramente no se enteró del ácido pensamiento debido a Kirk Kerkorian: "Si los economistas tuvieran alguna utilidad en los negocios serían ricos, en vez de ser asesores de ricos".
Pero ocurre que la vida suele ofrecer aspectos no previstos por las m s finas ironías. Hubo un hombre que intentó tener éxito en los negocios pero, al fracasar varias veces, abandonó esa ambición teniendo 31 años. Optó entonces por la política, pero fue derrotado en las primeras elecciones en que se presentó para legislador. Pensó que había errado y quiso volver a la actividad mercantil, en la que volvió a frustrarse menos de dos años más tarde. Al año siguiente perdió a su novia, muerta inesperadamente. A los 36 años, ante ese cúmulo de infortunios, sufrió un serio colapso neurológico, pero pudo reponerse e insistió en presentarse a comicios como candidato, que volvió a perder, cosa que se repitió cuando tenía 43 años, un lustro más tarde. Tres años después fracasó en ser elegido miembro del Congreso, derrota repetida al poco tiempo. Al cumplir 56 años quiso ser vicepresidente de su país, lo que fue imposible, y en las elecciones siguientes se postuló como senador nacional. Nuevo y último fracaso. Porque al poco tiempo logró ser elegido presidente de los Estados Unidos.
Estoy refiriéndome a Abraham Lincoln, que como se ha visto, tuvo una existencia de desmesurados descalabros. Resulta increíble, pero en sus cuatro años como primer magistrado pasó a la historia por su formidable acción de gobierno y su lucha incansable contra la esclavitud. Como si una maldición lo persiguiera, dos años después de concluir el período fue asesinado en un teatro de Washington, el Ford's. Baleado, murió al día siguiente, víctima no de un crimen aislado, sino de una de las típicas conspiraciones estadounidenses comandada por su propio ministro de Guerra. Pero la carrera del gran estadista norteamericano resulta una infrecuente lección de vida y de persistencia humana. Melancólicamente, y como renovada muestra del fisgoneo de la historia, en agosto de 2004 se realizó en Los Angeles una subasta de muchas rarezas, entre ellas un mechón de pelo ensangrentado de Lincoln, con un certificado de autenticidad: era la guedeja que debió cortar el cirujano para extraer, inútilmente, la bala incrustada en el cráneo. La inquietante reliquia fue finalmente vendida en mil quinientos dólares.
Entre tantas extrañezas poco conocidas, vale la pena detenernos en el nuestro, para recordar que un argentino llegó a ser presidente de Chile: era el prestigioso almirante Manuel Blanco Encalada, porteño, que luego de ser comandante en jefe de la escuadra trasandina, obtuvo la primera magistratura del país vecino.
Asimismo, el primer ministro de Marina que tuvimos fue el comodoro Martín Rivadavia, quien era nieto del primer presidente, Bernardino Rivadavia. Las actuaciones de nuestros connacionales en otras naciones no son escasas. Ya que la bandera argentina flameó en California gracias al corsario francés al servicio de Buenos Aires, Hipólito Bouchard. Pero otros seis argentinos de nacimiento -marinos todos- participaron en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, donde la Armada británica derrotó a la alianza militar de España y Francia, si bien tuvo un luto nacional: la muerte del almirante Horacio Nelson.
Curiosidades buenas y malas, hechos insólitos, toda la gama de lo que en definitiva no es más que la vida humana.

RUMBO AL BICENTENARIO




La Pirámide de Mayo




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A medida que se acerca el Bicentenario, todo lo vinculado con nuestros orígenes patrios parece adquirir más interés que nunca. Hay hechos, anécdotas, personajes que acaso no hayan sido suficientemente estudiados, a pesar de que sólo contamos con doscientos años de existencia libre.­

Uno de los símbolos menos conocidos es el que todos los habitantes y visitantes de Buenos Aires suelen ver a diario, aunque no se detienen para admirarlo o analizarlo. Me refiero a la Pirámide de Mayo, que ostenta varias curiosidades.­

Para empezar, ¿cuánto costó ese sencillo pero emblemático monumento? Exactamente 5.160 pesos y 6 reales, según la cuidadosa documentación probatoria presentada por el administrador de los trabajos, Martín José de Torres.­

En la singular cuenta figuran en primer término los jornales de oficiales y peones. Ese rubro insumió 1.261 pesos con 6 reales y medio. Como suele ocurrir, fue con el de la materia prima el m s alto. Porque los 61.500 ladrillos utilizados costaron 1.291 pesos con 4 reales. El "fierro para la reja" llevó 422 pesos. Se emplearon también 309 carretas de arena por un total de 154 pesos y 4 reales, "2 tirantes para el sostén de la cornisa" (12 pesos y 1 real) y "4 tablas de pino destrosadas en listones" (7 pesos con 2 reales).­

Parece que el precio de la cal oscilaba severamente en aquellos tiempos heroicos. Porque las primeras 221 fanegas se compraron a cinco pesos. La segunda entrega, de 70 fanegas, costó 4 pesos y medio, y la tercera, de 18 fanegas, ascendió abruptamente a 7 pesos la unidad. De manera que nuestra inflación también es bicentenaria.­

Aquí surge un pequeño enigma, en el cual no se ha detenido ninguno de los historiadores que se ocuparon del tema. Las cuentas originales señalan, respectivamente, los costos totales de cada una de las tres compras de cal, en 1.138 y 126 pesos, respectivamente. Las últimas dos cifras son correctas. Pero no as¡ la primera. Porque 221 x 5 arroja un total de 1.105 pesos, no de 1.138 pesos. Ni Cañete (Francisco Cañete, un prestigioso alarife de la ‚poca, es decir, arquitecto o maestro de obras) ni Torres advirtieron el error de cálculo. Tampoco el Cabildo, que debió autorizar el pago. Ni menos aún nuestros colegas, que omitieron verificar las cifras.­

Ahora bien. Pasaron unos pocos años cuando Pueyrredón introdujo una profunda modificación, de cuyas resultas la pirámide original quedó encerrada dentro de la nueva. Cuando se produjeron dudas sobre este hecho, fue necesario recurrir en 1913 a un dictamen de la Junta de Historia y Numismática Americana. Simultáneamente, se efectuaron sondajes y remoción de revoques hasta la mampostería. De los estudios surgió la verdad: la Pirámide que hoy vemos emplazada en la Plaza de Mayo está levantada sobre la Pirámide original, a su vez en perfecto estado de conservación. "...nada justifica la duda sobre la existencia de la antigua Pirámide -reza el dictamen de la Junta, antecesora de la actual Academia Nacional de la Historia-, pues se conserva debajo de los agregados que se le aplicaron en 1857, sin otro menoscabo que haber perdido el extremo superior de la aguja y la reja con pilares que la circundaba".­

¿Y cómo había nacido nuestro primer instrumento público? Pues en marzo de 1811 la Junta Provisional Gubernativa pidió al Cabildo planear la forma de celebrar el primer aniversario de la Revolución de Mayo. Una comisión integrada por Manuel y Juan Pedro Aguirre, Ildefonso Paso y Pedro Capdevila, con una rapidez que llama la atención, en sólo diez días redactaron un proyecto proponiendo la erección de una pirámide alusiva. ¿Pero cómo levantarla en el escaso tiempo que faltaba para la celebración, a efectuarse poco más de un mes más tarde? No existiendo en aquel tiempo la burocracia, todo resultó fácil. Francisco Cañete se comprometió a inaugurarla el 25 de mayo. Concedido el permiso por el Cabildo, al día siguiente comenzaron las obras.­

Pero la historia de la Pirámide no concluye aquí. Tiene contornos intrigantes, como que llegó a discutirse que fuera lo que se conoce como "sólido que tiene por base un polígono". ¿Qué pasó en realidad?­

El espacio es insuficiente para aclararlo ahora. Lo haré en otra entrega.­